Es una afición que heredé de mi padre y que de forma autodidacta fue creciendo conmigo.
Siempre me ha seducido la idea de transformar un papel en blanco en una lámina con mucho color.
A veces, ni tan siquiera es necesario dibujar bien para conseguir pequeñas obras de arte totalmente personalizadas.
Tan sólo hay que disponer de acuarelas ó lápices de color acuarelables, papel, un pincel y agua...
Intercalando distintos colores, podemos conseguir tantas combinaciones cromáticas como queramos.
Y con un bonito marco, el resultado puede ser realmente sorprendente:
¡Os animamos a intentarlo!
Un abrazo.
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